Los cuatro pilares de la educación
El
siglo XXI, que ofrecerá recursos sin precedentes tanto a la circulación y al
almacenamiento de informaciones como a la comunicación, planteará a la
educación una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi
contradictoria: la educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un
volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos,
adaptados a la civilización cognoscitiva, porque son las bases de las
competencias del futuro. Simultáneamente, deberá hallar y definir orientaciones
que permitan no dejarse sumergir por la corriente de informaciones más o menos
efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en
proyectos de desarrollo individuales y colectivos. En cierto sentido, la
educación se ve obligada a proporcionar
las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo
tiempo, la brújula para poder navegar por él.
Con esas perspectivas se ha vuelto imposible, y
hasta inadecuado, responder de manera puramente cuantitativa a la insaciable
demanda de educación, que entraña un bagaje escolar cada vez más voluminoso. Es
que ya no basta con que cada individuo acumule al comienzo de su vida una
reserva de conocimientos a la que podrá recurrir después sin límites. Sobre
todo, debe estar en condiciones de aprovechar y utilizar durante toda la vida
cada oportunidad que se le presente de actualizar, profundizar y enriquecer ese
primer saber y de adaptarse a un mundo en permanente cambio.
Para cumplir el conjunto de las misiones que les son
propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes
fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en
cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir,
adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder
influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y
cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por ultimo, aprender a
ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por
supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre
ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio.
Mas, en general, la enseñanza escolar se orienta
esencialmente, por no decir que de manera exclusiva, hacia el aprender a
conocer y, en menor medida, el aprender a hacer. Las otras dos formas de
aprendizajes dependen las más de las veces de circunstancias aleatorias, cuando
no se les considera una mera prolongación, de alguna manera natural, de las dos
primeras. Pues bien, la comisión estima que, en cualquier sistema de enseñanza estructurado,
cada uno de esos cuatro “pilares del conocimiento” debe recibir una atención
equivalente a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de
persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la
vida en los planos cognoscitivos y practico.
Desde el comienzo de su actuación, los miembros de
la Comisión fueron conscientes de que, para hacer frente a los retos del siglo
XXI, seria indispensable asignar nuevos objetivos a la educación y, por
consiguiente, modificar la idea que nos hacemos de su utilidad. Una nueva
concepción más amplia de la educación debería llevar a cada persona a
descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando
así el tesoro escondido en cada uno de nosotros, lo cual supone trascender una
visión puramente instrumental de la educación, percibida como la vía obligada
para obtener determinados resultados (experiencia práctica, adquisición de
capacidades diversas, fines de carácter económico), para considerar su función
en toda su plenitud, a saber, la realización de la persona que, toda ella,
aprender a ser.
Aprender a conocer
Este
tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos
clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos del saber,
puede considerarse ala vez medio y finalidad de la vida humana.
En cuanto a medio, consiste para cada persona en
aprender a comprender el mundo que la rodea, al menos suficientemente para
vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades profesionales y comunicarse con
los demás. Como fin, su justificación es el placer de comprender, conocer, de
descubrir.
Aunque el estudio sin aplicación inmediata este
cediendo terreno frente al predomino actual de los conocimientos útiles, la tendencia a prolongar la escolaridad e
incrementar el tiempo libre debería permitir a un numero cada vez mayor de
adultos apreciar las bondades del conocimiento y de la investigación
individual. El incremento del saber, que permite comprender mejor las múltiples
facetas del propio entorno, favorece el despertar de la curiosidad intelectual,
estimula el sentido critico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al
mismo tiempo una autonomía de juicio. Desde esa perspectiva, insistimos en
ello, es fundamental que cada niño , donde quiera que este, pueda acceder de
manera adecuada al razonamiento científico y convertirse para toda la vida en
un “amigo de la ciencia” 1 en los
niveles de enseñanza secundaria y superior, la formación inicial de
proporcionar a todos los alumnos los instrumentos, conceptos y modos de
referencia resultantes del progreso científico y de los paradigmas del época.
Sin embargo, puesto que el conocimiento es múltiple
e infinitamente evolutivo, resulta cada vez más utópico pretender conocerlo
todo; por ello más allá de la enseñanza básica, la idea de un saber omnisciente
es ilusoria. Al mismo tiempo, la especialización ¾incluso en el caso de
futuros investigadores¾ no debe excluir una cultura
general. “En nuestros días una mente verdaderamente formada necesita una amplia
cultura general y tener la facilidad de estudiar a fondo un pequeño numero de
materias. De un extremo a otro de la enseñanza, debemos favorecer la
simultaneidad de ambas tendencias”2 pues la
cultura general, apertura a otros lenguajes y conocimientos, permite ante todo
comunicar. Encerrado en su propia ciencia, el especialista corre un riego de
desinteresarse de lo que hacen los demás. En cualesquiera circunstancias, le
resultara difícil cooperar. Por otra parte, argamasa de las sociedades en el
tiempo y en el tiempo y en el espacio, la formación cultural entraña a una
apertura a otros campos del saber, lo que contribuye a fecundas sinergia entre
disciplinas diversas. En el ámbito de la investigación, en particular, el
progreso de los conocimientos se produce a veces en el punto en el que
confluyen disciplinas diversas.
Aprender para conocer supone, en primer termino,
aprender a aprender, ejercitando la atención, la memoria y el pensamiento.
Desde la infancia, sobre todo en las sociedades dominadas por la imagen
televisiva, el joven debe aprender a
concentrar su atención alas cosas y alas personas. La vertiginosa sucesión de
informaciones en los medios de comunicación y el frecuente cambio del canal de
televisión, atenta contra el proceso de descubrimiento, que requiere una
permanencia y una profundización de la información captada. Este aprendizaje de
la atención puede adoptar formas diversas
y sacar provecho de múltiples ocasiones de la vida (juegos, visitas a
empresas, viajes, trabajos prácticos, asignaturas científicas, etc.).
El ejercicio de la memoria, por otra parte, es un
antídoto necesario contra la invasión de las informaciones instantáneas que difunden los medios de comunicación
masiva. Seria peligroso imaginar que la memoria ha perdido su utilidad debido a
la formidable capacidad de
almacenamiento y difusión de datos de que disponemos en la actualidad. Desde
luego, hay que ser selectivos, en la elección de los datos que aprenderemos “de
memoria”, pero debe cultivarse con esmero la facultad intrínsecamente humana de
memorización asociativa, irreductible a un automatismo. Todos los especialistas
coinciden en afirmar la necesidad de entrenar la memoria desde la infancia y
estiman inadecuado suprimir de la práctica escolar algunos ejercicios
tradicionales considerados tediosos.
Por ultimo, el ejercicio del pensamiento, en el que
el niño es iniciado primero por sus padres y más tarde por sus maestros, debe
entrañar una articulación entre lo concreto y lo abstracto. Asimismo,
convendría combinar tanto en la enseñanza como en la investigación los dos
métodos, el deductivo y el inductivo, a menudo presentados como opuestos. Según
las disciplinas que se enseñen, uno resultará más pertinente que el otro, pero
en la mayoría de los casos la concatenación del pensamiento requiere combinar
ambos.
El proceso de adquisición del conocimiento no
concluye nunca y puede nutrirse de todo tipo de experiencias. En ese sentido,
se entrelaza de manera creciente con la experiencia del trabajo, a medida que
éste pierde su aspecto rutinario. Puede considerarse que la enseñanza básica
tiene éxito si aporta el impulso y las bases que permitirán seguir aprendiendo
durante toda la vida, no sólo en el
empleo sino también al margen de él.
Aprender a hacer
Aprender
a conocer y aprender a hacer son, en gran medida, indisociables. Pero lo
segundo esta más estrechamente vinculado a la cuestión de la forma profesional:
¿cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo
tiempo, como adaptar la enseñanza al futuro mercado del trabajo, cuya evolución
no es totalmente previsible? La comisión procurara responder en particular a
esta última interrogante.
Al respecto, corresponde establecer una diferencia
entre las economías industriales, en las que predomina el trabajo asalariado, y
las demás, en las que subsiste todavía de manera generalizada el trabajo independiente o ajeno al sector
estructurado de la economía. En las sociedades basadas en el salario que se han
desarrollado a lo largo del siglo XX conforme al modelo industrial, la
sustitución del trabajo humano por maquinas convierte a aquel en algo cada vez
más inmaterial y acentúa el carácter conflictivo de las tareas, incluso la
industria, así como la importancia de los servicios en la actividad económica.
Por lo demás, el futuro de esas economías esta suspendido a su capacidad de
transformar el progreso de los conocimientos e innovaciones generadoras de
nuevos empleos y empresas. Así pues, ya no puede darse a la expresión “aprender
a hacer” el significado simple que tenia cuando se trataba de preparar a
alguien para una tarea material bien definida, para que participase en la
fabricación de algo. Los aprendizajes deben, así pues, evolucionar y ya no
pueden considerarse mera transmisión de prácticas más o menos rutinarias,
aunque estos conserven un valor formativo que no debemos desestimar.
¾De la noción de calificación a la de competencia
El
dominio de las dimensiones cognoscitiva e informativa en los sistemas de
producción industrial vuelve algo caduca la noción de calificación profesional,
entre otros en el caso de los operarios y los técnicos, y tienden a privilegiar
la de competencia personal. En efecto, el progreso técnico modifica de manera
ineluctable las calificaciones que requieren los nuevos procesos de producción.
A las tareas puramente físicas suceden tareas de producción más intelectuales,
más cerebrales ¾como el mando de maquinas,
su mantenimiento y supervisión¾ y tareas de diseño, estudio
y organización, a medida que las propias maquinas se vuelven más “inteligentes”
y que el trabajo se “desmaterializa”.
Este incremento general de los niveles de
calificación exigidos tiene varios orígenes. Con respecto a los operarios, la yuxtaposición de las tareas obligadas y
del trabajo fragmentado sede ante una organización “colectivos de trabajo” o
“grupos de proyecto”, siguiendo las
practicas de las empresas japonesas: una especie de taylorismo al revés; los
desempleados dejan de ser intercambiables y las tareas se personalizan. Cada
vez con mas frecuencia, los empleadores ya no exigen una calificación
determinada, que consideran demasiado unida todavía a la idea de pericia
material, y piden, en cambio, un conjunto de competencias especificas a cada
persona, que combina la calificación propiamente dicha, adquirida mediante la
formación técnica y profesional, el comportamiento social, la aptitud para trabajar en equipo, la capacidad de
iniciativa y la de asumir riesgos.
Si ha estas nuevas exigencias añadimos la de un
empeño personal del trabajador, considerando como agente del cambio, resulta
claro que ciertas cualidades muy subjetivas, innatas o adquiridas ¾que los empresarios denominan a menudo “saber
ser”¾ se combinan con los conocimientos teóricos y
prácticos para componer las competencias solicitadas; esta situación ilustra de
manera elocuente, como ha destacado la comisión, él vinculo que la educación
debe mantener entre los diversos aspectos del aprendizaje entre estas
cualidades, cobra cada vez mayor importancia la capacidad de comunicarse y de
trabajar con los demás, de afrontar y solucionar conflictos. El desarrollo de
las actividades de servicios tiende a acentuar esta tendencia.
¾La “desmaterialización” del trabajo y las
actividades de servicios en el sector asalariado.
Las
repercusiones de la “desmaterialización “de las economías avanzadas en el
aprendizaje se ponen en manifiesto inmediatamente al observar la evolución
cuantitativa y cualitativa de los servicios, categoría muy diversificada que se
define sobre todo por exclusión, como aquella que agrupa actividades que no son
ni industriales ni agrícolas y que, a pesar de su diversidad, tienen en común
el hecho de no producir ningún bien material.
Muchos servicios se definen principalmente en
función de la relación interpersonal que generan. Podemos citar ejemplos tanto
en el sector comercial (peritajes de todo tipo, servicios de supervisión o de
asesoramiento tecnológico, servicios financieros, contables o administrativos)
que proliferan nutriéndose de la creciente complejidad de las economías, como
la del sector no comercial más tradicional (servicios sociales, de enseñanza,
de sanidad, etc.). En ambos casos, es primordial la actividad de información y
de comunicación; se pone al acento en el acopio y la elaboración personalizada
de informaciones especificas, destinadas a un proyecto preciso. En ese tipo de
servicios, la calidad de la relación entre el prestatario y el usuario dependen
también en gran medida del segundo. Resulta entonces comprensible que la tarea
de la que se trate ya no pueda prepararse de la misma manera que si se fuera a
trabajar la tierra o a fabricar una chapa metálica. La relación con la materia
y la técnica debe ser complementada por una aptitud para las relaciones
interpersonales. El desarrollo de los servicios obliga, pues, a cultivar
cualidades humanas que las formaciones tradicionales no siempre inculcan y que
corresponden a la capacidad de establecer relaciones estables y eficaces entre
las personas.
Por ultimo, es concebible que en las sociedades
ultratecnificadas del futuro la deficiente interacción entre los individuos
puede provocar graves disfunciones, cuyas superación exijan nuevas
calificaciones, basadas mas en el comportamiento que en el bagaje intelectual,
lo que quizá ofrezca posibilidades a las personas con pocos o sin estudios
escolares, pues la institución, el discernimiento, la capacidad de prever el
futuro y de crear un espíritu de equipo no son cualidades reservadas
forzosamente a los mas diplomados. ¿Cómo y donde enseñar estas cualidades,
innatas? No es tan fácil deducir cuales deben ser los contenidos de una
formación que permita adquirir las capacidades o aptitudes necesarias. El
problema se plantea también a propósito de la formación profesional en los
piases en desarrollo.
¾El trabajo en la economía no
estructurada
En
las economías en desarrollo donde la actividad asalariada no predomina, el
trabajo es de naturaleza muy distinta. Hay mucho países de África subsaarihana
y algunos de América latina y Asia solo un pequeño segmento de la población
trabaja el régimen asalariado y la inmensa mayoría participa en la economía
tradicional de subsistencia. Hablando con propiedad, no existen ninguna función
referencial laboral; los conocimientos técnicos suelen ser de tipo tradicional.
Además, la función del aprendizaje no se limita al trabajo, si no que debe
satisfacer el objetivo más amplio de una participación y de desarrollo dentro
de los sectores estructurado o no estructurado de la economía. A menudo, se
trata de adquirir a la vez una calificación social y una formación profesional.
En otros países en desarrollo hay, además de la
agricultura y de un reducido sector estructurado, un sector económico al mismo
tiempo moderno y no estructurado, a veces bastante dinámico, formado por
actividades artesanales, comerciales y financieras, que indican que existen
posibilidades empresariales perfectamente adaptadas a las condiciones locales.
En ambos casos, de los numerosos estudios realizados
en países en desarrollo se desprende que estos consideran que su futuro estará
estrechamente vinculado a la adquisición de la cultura científica que les
permitirá acceder a la tecnología moderna, sin descuidar por ello las
capacidades concretas de innovación y creación inherentes al contexto local.
Se plantea entonces una pregunta común a los países,
desarrollados y en desarrollo: ¿Cómo aprender a comportarse eficazmente en una
situación de incertidumbre, como participar en la creación del futuro?
Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los
demás
Sin
duda, este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la
educación contemporánea. Demasiado a menudo, la violencia que impera en el
mundo contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de
la humanidad. La historia humana siempre ha sido conflictiva, pero hay
elementos nuevos que acentúan el riesgo, en particular el extraordinario
potencial de autodestrucción que la humanidad misma ha creado durante el siglo
XX. A través de los medios de comunicación masiva, la opinión pública se
convierte en observadora impotente, y hasta en rehén, de quienes generan o
mantienen vivos los conflictos. Hasta el momento, la educación no ha podido
hacer mucho para modificar esta situación. ¿Seria posible concebir una
educación que permitiera evitar los conflictos o solucionarlos de manera
pacifica, fomentando el conocimiento de los demás, de sus culturas y
espiritualidad?
La idea de enseñar la no-violencia en la escuela es
loable, aunque solo sea un instrumento entre varios para combatir los
prejuicios que llevan al enfrentamiento. Es una tarea ardua, ya que, como es
natural, los seres humanos tienden a valorar en exceso sus cualidades y las del
grupo al que pertenecen y a alimentar prejuicios desfavorables hacia los demás.
La actual atmósfera competitiva impérate en la actividad económica de cada
nación y, sobre todo a nivel internacional, tiende además a privilegiar el
espíritu de competencia y el éxito individual. De hacho, esa competencia da
lugar a una guerra económica despiadada y provoca tensiones entre los poseedores
y los desposeídos que fracturan las naciones y el mundo y exacerban las
rivalidades históricas. Es de lamentar que, a veces, a la educación contribuya
a mantener ese clima al interpretar de manera errónea la idea de emulación.
¿Cómo mejorar esta situación? La experiencia
demuestra que, para disminuir ese riesgo, no basta con organizar el contacto y
la comunicación entre miembros de grupos diferentes (por ejemplo, en escuelas a
las que concurran niños de varias etnias o religiones). Por el contrario, si
esos grupos compiten unos con otros o no están en una situación equitativa en
el espacio común, este tipo de contacto puede agravar las tensiones latentes y
degenerar en conflictos. En cambio, si la relación se establece en un contexto
de igualdad y se formulan objetivos y proyectos comunes, los prejuicios y la
hostilidad subyacente pueden dar lugar a una cooperación más serena e, incluso,
a la amistad.
Parecería entonces adecuado dar a la educación dos
orientaciones complementarias. En el primer nivel, el descubrimiento gradual
del otro. En el segundo, y durante toda la vida, la participación en proyectos
comunes, un método quizá eficaz para evitar o resolver los conflictos latentes.
¾El
descubrimiento del otro
La
educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y
contribuir a una toma de coincidencia de las semejanzas y la interdependencia
entre todos los seres humanos. Desde la primera infancia, la escuela debe,
pues, aprovechar todas las oportunidades que se presenten para esa doble
enseñanza. Algunas disciplinas se prestan particularmente a hacerlo, como la
geografía humana desde la enseñanza primaria y, más tarde, los idiomas
extranjeros.
El descubrimiento del otro pasa forzosamente por el
descubrimiento de uno mismo; por consiguiente, para desarrollar en el niño y el
adolescente una visión cabal del mundo la educación, tanto si la imparte la
familia como si la imparte la comunidad o la escuela, primero debe hacerle
descubrir quien es. Solo entonces podrá realmente ponerse en el lugar de los
demás y comprender sus reacciones. El fomento de esta actitud de empatía en la
escuela era fecundo para los comportamientos sociales a lo largo de la vida.
Así, por ejemplo si se enseña a los jóvenes adoptar el punto de vista de otros
grupos étnicos o religiosos, se pueden editar incomprensiones generadoras del
odio y violencia en los adultos. Así pues, la enseñanza de la historia de las
religiones o de los usos y costumbre puede servir de útil referencia para
futuros comportamientos 3 por
ultimo, la forma misma de la enseñanza no debe oponerse a este reconocimiento
del otro. Los profesores que, a fuerza de dogmatismo, destruyen la curiosidad o
el espíritu crítico en lugar de despertarlos en sus alumnos, pueden ser más
perjudiciales que benéficos. Al olvidar que son modelos para los jóvenes, su
actitud puede atentar de manera permanente contra la capacidad de sus alumnos
de aceptar la alteridad y hacer frente a las inevitables tensiones entres seres
humanos, grupos y naciones. El enfrentamiento, mediante el dialogo y el
intercambio de argumentos, será unos de los instrumento necesarios de la
educación del siglo XXI.
¾Tender hacia objetivos
comunes
Cuando
se trabaja mancomunadamente en proyectos motivadores que permiten escapar a la
rutina, disminuyen y a veces hasta desaparecen las diferencias ¾e incluso los conflictos¾ entre los individuos. Esos proyectos que
permiten superar los hábitos individuales y valoran los puntos de convergencia
por encima de los aspectos que se paran, dan origen a un nuevo modo de
identificación. Por ejemplo, gracias a la practica del deporte, ¡cuantas
tensiones entre clases sociales o nacionalidades han acabado por transformarse
en solidaridad, a través de la pugna y la felicidad del esfuerzo común¡. Así
mismo, en el trabajo, ¡cuantas
realizaciones podrían no haberse concretado si los conflictos habituales de las
organizaciones jerarquizadas no hubieran sido superados por un proyecto de
todos¡. En consecuencia, en sus programas la educación escolar debe reservar
tiempo y ocasiones suficientes para iniciar desde muy temprano a los jóvenes en
proyectos cooperativos, en el marco de actividades deportivas y culturales y
mediante su participación en actividades sociales: renovación de barrios, ayuda
a los mas desfavorecidos, acción humanitaria servicio de solidaridad entre las
generaciones, etcétera. Las demás organizaciones educativas y las asociaciones
deben tomar el relevo de la escuela en estas actividades. Además, en la
practica escolar cotidiana, la participación de lo profesores y alumnos en proyectos comunes pueden engendrar
el aprendizaje de un método de solución de conflictos y ser una referencia para
la vida futura de los jóvenes, enriqueciendo al mismo tiempo la relación entre
educadores y educandos.
Aprender a ser
Desde
su primera reunión, la comisión ha reafirmado enérgicamente un principio
fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona:
cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad
individual, espiritualidad. Todos los seres humanos deben estar en condiciones,
en particular gracias a la educación recibida en su juventud, de dotarse de un
pensamiento autónomo y crítico y de elaborar un juicio propio, para determinar
por sí mismos qué deben hacer en las diferentes circunstancias de la vida.
El informe aprende a hacer (1972) manifestaba en su
preámbulo el temor a una deshumanización del mundo vinculada a la evolución
tecnológica.4. La evolución general de
las sociedades desde entonces y, entre otras cosas, el formidable poder
adquirido por los medios de comunicación masiva, ha agudizado ese temor y dado
más legitimidad a la advertencia que suscitó. Posiblemente, en el siglo XXI
amplificará estos fenómenos, pero el problema ya no será tanto preparar a los niños para vivir en una sociedad
determinada sino, m{as bien, dotar a cada cual de fuerzas y puntos de
referencia intelectuales permanentes que le permitan comprender el mundo que le
rodea y comportarse como un elemento responsable y justo. Más que nunca, la
función esencial de la educación es
conferir a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de
sentimientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la
plenitud y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino.
Este imperativo no es solo de naturaleza
individualista: la experiencia reciente demuestra que lo que pudiera parecer
únicamente un modo de defensa del ser humano frente a un sistema alienante o
percibido como hostil es también, a veces, la mejor oportunidad de progreso
para las sociedades. La diversidad de personalidades, la autonomía y el
espíritu de iniciativa, incluso el gusto por la provocación son garantes de la
creatividad y la innovación. Para disminuir la violencia o luchar contra los
distintos flagelos que afectan a la sociedad, métodos inéditos derivados de
experiencias sobre el terreno, han dado prueba de su eficacia.
En un mundo en permanente cambio uno de cuyos
motores principales parece ser la innovación tanto social como económica, hay
que conceder un lugar especial a la imaginación y a la creatividad;
manifestaciones por excelencia de la libertad humana, pueden verse amenazadas
por cierta normalización de la conducta
individual. El siglo XXI necesitará muy diversos talentos y personalidades,
además de individuos excepcionales, también esenciales en toda civilización.
Por ello, habrá que ofrecer a niños y jóvenes todas las oportunidades posibles
de descubrimiento y experimentación ¾estética, artística,
deportiva, científica, cultural y social¾ que completaran la
presentación atractiva de lo que en esos ámbitos hayan creado las generaciones
anteriores o sus contemporáneos. En la escuela, el arte y la poesía deberían
recuperar un lugar más importante que el que les concede, en muchos países, una
enseñanza interesada en lo utilitario más que en lo cultural. El afán de
fomentar la imaginación y la creatividad debería también llevar a revalorar la
cultura oral y los conocimientos extraídos de la experiencia del niño o del
adulto.
Así pues, la Comisión hace plenamente suyo el
postulado del informe aprender a ser “... El desarrollo tiene por objeto el
despliegue completo del hombre en toda su riqueza y en la complejidad de sus
expresiones y de sus compromisos; individuo, miembro de una familia y de su
colectividad, ciudadano y productor, inventor de técnicas y creador de sueños”.
Este desarrollo del ser humano, que va del nacimiento al fin de la vida, es un
proceso dialéctico que comienza por el conocimiento de sí mismo y se abre
después a las relaciones con los demás. En este sentido, la educación es ante
todo un viaje interior cuyas etapas corresponden a las de la maduración,
constante de la personalidad. En el caso de una experiencia profesional
positiva, la educación, como medio para alcanzar esa realización, es, pues, a
la vez un proceso extremadamente individualizado y una estructuración social
interactiva.
Huelga decir que los cuatro pilares de la educación
que acabamos de describir no pueden limitarse a una etapa de la vida o a un
solo lugar. Como veremos en el capitulo siguiente, es necesario replantear los
tiempos y los ámbitos de la educación, y que se complementen e imbriquen entre
si, a fin de que cada persona, durante toda su vida, pueda aprovechar al máximo
un contexto educativo e constante enriquecimiento.
Pistas y recomendaciones
·
La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender
a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.
·
Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente
amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número
de materias. Lo que supone además: aprender a aprender para poder aprovechar
las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.
·
Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación
profesional, más generalmente una competencia que capacite al individuo para
hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero,
también, aprender a hacer en el marco de
las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y
adolescentes bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien
formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
·
Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la
percepción de las formas de interdependencia ¾realizar proyectos comunes y
prepararse para tratar los conflictos¾ respetando los valores de
pluralismo, comprensión mutua y paz.
·
Aprender hacer para que florezca mejor la propia personalidad y se esté
en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de
responsabilidad personal. Con tal fin, no menos preciar en la educación ninguna
de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido
estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar...
·
Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a
la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje,
importa concebir la educación como un todo. En esa concepción deben buscar
inspiración y orientación las reformas educativas, en la elaboración de los
programas y en la definición de nuevas políticas pedagógicas.
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